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Aprendizaje de nuestras presas
12 Febrero 2017
Roberto Artavia
Opinión
Somos un país “cuartomundista” en infraestructura de carreteras y transporte público

En estas últimas semanas he tenido que circular mañana y tarde por la Ruta 27, y tanto mi hija como yo lo hicimos por la Ruta 32 para viajar al Caribe, en su caso con un hijo pequeño en su silla de seguridad.

Las condiciones claramente no son normales: 2 horas y 20 minutos de La Sabana a la salida de La Garita en la 27 y casi 8 horas de camino –con parada de 30 minutos obligada para el niño– hasta Puerto Viejo de Limón.

Hay varios aprendizajes que sacar de esto.

El primero es que somos un país “cuartomundista” en infraestructura de carreteras y transporte público, donde circular unos pocos kilómetros puede tomar muchas horas y, por lo tanto, se debe viajar preparado con meriendas, agua, combustible, vehículo en buen estado, sin urgencias fisiológicas, y tiempo de sobra para no afectar a quienes nos aguardan.

El segundo es que somos un pueblo de “buchones” y “avivatos” que nos tiramos contra vía, bloqueamos el espaldón, tratamos de intimidar, carecemos de cortesía y engañamos fingiendo necesidades que no tenemos, con tal de adelantarnos al lugar que nos corresponde por decencia. Muy feo. ¿Dónde están el Tránsito y la Policía cuando se les requiere?

El tercero es que debemos aprender a medir el valor de la circulación eficiente en carreteras , pues en ellas se pierde calidad de vida, se desgastan los vehículos, se queman toneladas de combustibles sin movimiento alguno, se sobrecargan las superficies de rodaje, se pagan muchas horas laborales improductivas, se acumulan inventarios en tránsito, se contamina en exceso, y eso sin tomar en cuenta la pérdida de vuelos, los negocios malogrados y los costos de salud en que se incurre.

Podríamos pagar carreteras y sistemas de transporte público amplios y eficientes, si se tomaran en cuenta todos estos costos indirectos al analizar las inversiones.

¿Qué nos impide avanzar?

Nada más la falta del acuerdo político necesario para superar las leguleyadas y pincherías con que se explican las negativas a los proyectos.